Cuando nuestros hijos dejan de ser pequeños y llegan a la adolescencia, surgen nuevos conflictos en las relaciones entre padres e hijos. Las discusiones aumentan, los enfados son más duraderos, son frecuentes las luchas de poder y nuestra sensación de impotencia como padres, por no saber cómo manejar los conflictos, va aumentando día a día.
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