LOS CASTIGOS ¿SON EFICACES?

Vivimos en una sociedad en la que los castigos se utilizan habitualmente para “educar” a los niñ@s y adolescentes. Es la principal herramienta que utilizan los padres, están aceptados y se transmiten de padres a hijos. Pensamos que, si no les castigamos, es como si se salieran con la suya.

Pero realmente no son nada eficaces a largo plazo. Solamente son eficaces a corto plazo, porque los niñ@s inmediatamente dejar de realizar la conducta que no nos parece correcta, pero ¿Qué les estamos enseñando?, realmente nada.
El comportamiento no deseado se detiene, pero mediante el castigo no les enseñamos las habilidades de vida que necesitan para desenvolverse en la vida, ni les enseñamos a hacerlo de otra manera.

 

¿Qué provoca el castigo en los niñ@s?

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El objetivo que perseguimos cuando castigamos, es que el menor aprenda, pero en realidad los niños se sienten humillados y no respetados, porque castigamos con algo que les duele: sin ir al entrenamiento, sin postre, retirándoles nuestra atención, sin salir con los amigos, expulsándole de clase… El castigo le transmite desconfianza o puede llegar a sentir miedo hacia la persona que le cuida y protege.

Uno de los castigos más frecuentes es cuando le mandamos al niñ@ al rincón de pensar, a pensar, ¿qué? Un niño pequeño no puede comprender sin la ayuda de un adulto, somos su guía para ayudarle a integrar lo ocurrido. Necesita nuestra ayuda para llegar a comprender que no debe hacer una determinada conducta porque se puede hacer daño, o porque es poco considerada con su amigo, pero no por sentir miedo a ser castigado.

¿Qué ocurre en el cerebro del niñ@ cuando sufre un castigo?

Cuando les castigamos se activan la zona inferior del cerebro que es la encargada del instinto de supervivencia. Se libera adrenalina y cortisol, lo que le impide pensar, por lo que nos guiamos por nuestra parte más instintiva y emocional. Por lo tanto, al activarse la parte más primitiva del cerebro, el niño desconecta de su parte lógica y pensante, por lo que no será capaz de ser consecuente con sus acciones.

¿Te imaginas cómo te sentirías si tu pareja te castiga al llegar del trabajo, por no haber recogido la ropa que has dejado tirada en el baño antes de irte a trabajar?

Cuando castigamos provocamos 4 emociones o sentimientos negativos:

1- Resentimiento: el niñ@ piensa que es injusto, que no puede confiar en el adulto.

2- Revancha: El niñ@ piensa “por ahora estás ganando, pero ya me vengaré”

3- Rebeldía: piensa: “haré exactamente lo contrario para demostrar que no tengo que hacerlo a tu manera”

4- Retraimiento: porque le lleva a sentir o creer que todo lo hace mal, creándose una imagen negativa de sí mism@. O dependiendo de su personalidad puede pensar: “la próxima vez no te enterarás, ya me ocuparé de que no te enteres”

 

Por todas estas razones, los padres debemos acompañar a nuestros hij@s desde el cariño, el respeto y la tolerancia. Y entender el error como una oportunidad de aprendizaje.